miércoles, 22 de agosto de 2007

Medellín la ciudad reconciliada

MEDELLÍN, Colombia.- Antes de pisar Colombia hay que derrumbar ciertas barreras. El rostro doloroso y la terminología tenebrosa esparcida por el mundo sobre el país situado en la mitad de Latinoamérica, está tan enraizada en la gente, que decidirte por Colombia desata un rosario de advertencias y el típico “cuidate, no te vayan a secuestrar”. Aun así y a pesar de los capítulos trágicos que la nación gobernada por Alvaro Uribe, ha vivido y sufrido, adentrarse en las venas de Medellín, ciudad transformada y revitalizada, es palpar la educación, compromiso, afectividad y gozo de una urbe que pasó del miedo a la esperanza. La frase, del alcalde Sergio Fajardo Valderrama es tambien un tapiz impreso en libros y carteles públicos. Medellín es un valle de infraestructuras ladrilladas. Es casa de “paisas” como se reconoce orgullosamente la atenta y cultivada población de Medellín. En agosto, por el Festival de las Flores, en el aeropuerto Jose María Córdoba sientes el aroma de petalos cosechados en la comunidad de Santa Elena. Aparte de que la gente luce bien, es atentísima. Aquí, las reinas de belleza no caminan en pasarelas. Las colombianas (y apuestos varones), airean sus melenas por aceras de la metrópoli donde te tratan de “usted” y mejor pronuncian el español. Medellín invierte en su gente Las carpas para mirar el desfile las cubrió el ron antioqueño y el grupo Bancolombia con la frase “Un país crece cuando conoce y vive sus tradiciones”, entonando con el “Colombia es pasión” y los mensajes espeanzadores que avistas en todos los costados citadinos. También entregan abaniquitos con la impronta “La desmovilización es la salida” del Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado del Ministerio de Defensa Nacional. La manecilla, sorda y libertina, avanzaba mientras los zancos y payasos animaban el público entre una comparsa y otra. Por la presencia del presidente Uribe, vimos par de francotiradores en la corona de un edificio. Segurito les cayó el rocío de pétalos que un helicóptero soltó al atardecer. La marcha de flores tiene una familia emblema. Es la pareja y descendientes apellido Flores que por apego a su cultura la gente ovaciona cual si fuesen estrellas de cine. Gestores Pedagógicos del Tránsito, como bautizan en Medellín a los agentes urbanos, escoltan las silletas mientras voluntarios sacian a silleteros sedientos durante el trayecto. A ritmo de “Papayera”, orquesta de ritmos tradicionales y la Banda Show de Medellín, pasan los carruajes, el batton ballet, las agentes de la Policía y sus compañeros uniformados. Misivas de amor, de solidaridad y apego al terruño natal se lucen en la pasarela declarada Patrimonio Cultural de la Nación. Las flores perfuman la tarde mientras las niñas taconean el pavimento con flores hasta en el corazón. Al final, llega el ornato en forma de ráfaga. Camiones tatuados con la expresión “Nuestro papel es ser limpios con Medellín”, devuelve pulcritud a la Plaza Mayor. El rápido acomodo es semejante a la campaña nacional para redimir la imagen de Colombia. Como reza un catálogo del Buró de Convenciones “Medellín es la ciudad de oportunidades y progreso, que se levanta cada día con el propósito de trabajar por los sueños que construye cada noche”. Medellín es una ciudad reconciliada, dispuesta a abrazar, besar y enjugar todas las mejillas.

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